09 May TRIPLE CRISIS: FINANCIERA, ECONOMICA Y DE VALORES
Queridos emprendedores, que buena parte del mundo occidental está viviendo una severa crisis es obvio, por más que hubo quien se hartara de negar la evidencia. A esta situación se ha llegado por el encadenamiento de diferentes factores a los que me refiero rápidamente. Una crisis financiera que deriva de la irrupción en el mercado de los llamados activos tóxicos, lo cual genera una pérdida de confianza, y desemboca en pérdida de liquidez. Esta situación afecta a la economía real. Muchas compañías, aun con modelos de negocios probados con éxito, se ven ahogadas por la falta de crédito que necesitan para equilibrar sus flujos de fondos y deciden ajustar sus costes, en el mejor de los casos, cuando no a cerrar: más paro y menos actividad empresarial. Los ciudadanos quedan con menor capacidad para consumir bien por falta de confianza o por una caída de su generación ingresos. Sigue el bucle negativo: menos actividad empresarial, menos inversión, más paro. Hasta aquí la explicación macro.
Pero entiendo que de fondo tenemos el sustrato de esta crisis. Vivimos una profunda crisis de valores. Hemos sustituido valores por uno sólo: el dinero. Y por dinero, lo que sea.
Se entiende entonces la avaricia con que desde el sector financiero se han desarrollado prácticas agresivas con tal de acceder a los importantes bonos al final de año. Una sensación de vivir por encima del bien y del mal que permite asumir sueldos astronómicos y gastos suntuosos. Pero también pensemos, y hagamos autocrítica, en cómo nos comportamos cada cual en un afán por vivir más allá de nuestras posibilidades. Muchos empresarios cayendo en los cantos de sirena de los banqueros de inversión que pagaban por sus negocios dos dígitos de ebidta para desarrollar complejas operaciones. Y, otros, al calor de la cercanía a los poderes públicos, presumiendo de alcanzar rentabilidades astronómicas con el ladrillo y, además, sin poner un céntimo. Y nuestros gobernantes, quizás pensando que esto del crecimiento económico ya estaba asegurado de por vida, ocupados en sus asuntos.
Más allá de las soluciones técnicas necesarias para corregir estos desequilibrios macroeconómicos hace falta un esfuerzo por recobrar valores personales y corporativos: austeridad, honestidad, visión de largo plazo, compromiso, construcción de equipos, o alineamiento estratégico.
Sinceramente, pocos lugares tan evidentes para hacer benchmarking sobre valores como la empresa familiar. Miremos con atención a tantas y tantas familias empresarias y eso nos ayudará a recuperar el sentido común. La mayor parte de negocios de familia que conozco, y con los que he podido tener un vínculo profesional, se han administrado con prudencia, tienen planes de largo plazo, reinvierten sus beneficios para hacer crecer sus negocios y mejorar su competitividad, se ocupan y preocupan por su gente, son gentes humildes, practican desde hace mucho eso que hoy llamamos responsabilidad social corporativa y, además, educan a sus hijos para seguir inculcándoles esos valores que, a veces, la opulencia puede hacer olvidar. Y, por supuesto, con esta perspectiva, se preocupan de obtener sus legítimos beneficios porque sin viabilidad económica no hay responsabilidad social corporativa posible. Pero todo con mesura y equilibrio. Por eso abogo siempre por poner en valor y fijar como referentes sociales a tantos y tantos empresarios familiares de raza, dueños de pymes o de grandes corporaciones.
Hasta pronto, sed muy felices que es lo verdaderamente importante y espero vuestros comentarios!!
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