03 Nov ESQUEISMOS, POLITICA, LIBERTAD Y DEMOCRACIA.
Queridos emprendedores y familias empresarias,
Vamos al grano, sin preámbulos. Desde mi particular punto de vista te admito existe una expresión del castellano que me resulta nefasta: ES QUE.
El ES QUE da lugar a un estilo de vida, el esqueismo. El esqueismo tiene un origen remoto que, imagino, arranca en la educación (¡otra vez la educación!) que debemos dar a nuestros hijos en casa y en el colegio.
Desde temprana edad habrás oído a chavales componiendo frases del tipo “Me han suspendido, es que el profesor me tiene manía”. Años más tarde esas expresiones se tornan en otras del tipo “Me fue imposible alcanzar el resultado de ventas del trimestre, es que los de marketing hicieron una muy mala campaña y los de producción, bla, bla, bla….”
Consecuencia evidente del esqueismo es la tendencia al conflicto. Pasar el mochuelo de la responsabilidad al vecino no es tan sencillo. En la búsqueda de excusas es frecuente que generen tensiones con el entorno. El esqueista tiende a la confrontación y acaba generando rechazo. Por eso muchos esqueistas tienen techo de cristal. Seguro que si piensas en personas que respondan al perfil esqueista las vas a visualizar frecuentemente en situaciones de disputas de agrio carácter. He llegado a conocer personajes esqueistas, como te habrá ocurrido a tí, que dedican su tiempo a escrutar lo que hacen sus compañeros de trabajo en busca de argumentos esqueistas en vez de dedicarse a su cometido para aportar valor. De locos.
También es frecuente en los esqueistas aseveraciones del tipo “Me han suspendido” frente al “He aprobado”. Una vez más: el éxito es fruto de mi enorme y nunca suficientemente ensalzado mérito individual. Y por supuesto el desastre cabe atribuirlo a la confabulación judeo-masónica o a la pérfida Albión. Ya lo decía Napoleón, la derrota es huérfana. Insisto, el esqueismo, como forma de entender la vida, revela una llamativa ausencia de sentido de la responsabilidad y una profunda incapacidad para la autocrítica.
Lo grave es que el esqueismo muchas veces no responde simplemente a actitudes individuales sino que muchos modos de vida esqueistas los vamos adquiriendo y mimetizando a diario porque definitivamente forman parte del paisaje cotidiano en algunas sociedades. Por ejemplo, los españoles que vivieron el franquismo eran amenazados regularmente por los maléficos efectos de la terrible conjura judeo-masónica, que siempre estaba al acecho para impedir los avances en la autárquica España que durante casi cuarenta años dirigió el General Franco. Del otro lado del Atlántico, la dictadura argentina encontró en Las Malvinas una excusa perfecta para señalar a Gran Bretaña, la pérfida Albión, como el enemigo que pudiera sobre excitar al pueblo y así esconder el tremendo desastre económico y el abyecto régimen de terror impuesto por la autoridad militar. Excusas, excusas, excusas,… Pero que van forjando mentalidades esqueistas .Hay razones de índole cultural, religiosa, o educativa, que podían llevar para escribir un ensayo, sobre la naturaleza compasiva que se vive en ciertos países con especial agudeza. Países esqueistas. El brillante, y afortunadamente nada políticamente correcto escritor y miembro de la Real Academia de la Lengua, Arturo Pérez-Reverte suele decir que España, y por su influencia Latinoamérica, tomó la decisión equivocada en el Concilio de Trento. Estoy muy de acuerdo.
Mi tesis es que existen países muy propensos al caudillismo porque sus sociedades han sido enseñadas a asumir actitudes protectoras. Desde el poder se construye la imagen de un caudillo magnificente, un ser superior que siempre velará por nosotros. Preocupado por sus conciudadanos, de modo que éstos ya no hace falta que piensen ni se preocupen de nada. Se anula así el pensamiento crítico. Se traslada la idea de que ese caudillo de naturaleza superior siempre estará ahí. Para protegernos, velar por nuestras vidas y solucionar nuestros problemas a medida que se vayan produciendo. Me viene a la memoria en este punto el imponente retrato que nos dejó Vargas-Llosa en su magistral “La fiesta del chivo”. Un espeluznante relato de la República Dominicana del General Rafael Leónidas Trujillo. Pero también en Europa fenómenos como el nazismo o el fascismo tienen en sus raíces modelos de estados presuntamente proteccionistas que calan fácilmente en el tejido social. Sobre todo en tiempos turbulentos y de escasez. De la Gran Depresión económica del primer tercio del siglo XX nacen muchos de estos fenómenos. En muchos casos legitimados por las urnas. Se vota a quien representa la figura del Papá Estado que nos protege y asiste. Un ejemplo actual los encuentras en el chavismo, fenómeno que cabe interpretarlo como la búsqueda de mesías salvadores tras años de fracasos de gobiernos presuntamente ortodoxos y que llevaron a varias naciones, como la propia Venezuela tras el mandato de Carlos Andrés Pérez, a profundas crisis por pésima gestión trufada de corrupción institucionalizada. Por qué no decir que en muchas democracias avanzadas también aparecen claros ejemplos de clientelismo político cuyos manejos están perfectamente alineados con los modelos caudillistas.
Fíjate que la acción de gobierno de estos movimientos se vertebra en torno a muchas políticas de subvenciones indiscriminadas. Y sin acompañamiento de medidas correctoras de los hechos que se consideran dignos de tal apoyo especial. Total, la subvención por la subvención. Mi opinión: esa subvención mata la imaginación. La subvención generalizada esconde ineficiencias, impide evolucionar modelos de negocio obsoletos y, lo peor de todo, aniquila el espíritu emprendedor, el legítimo afán de superación o la sana ambición.
Por otro lado es muy difícil, por no decir imposible, sostener políticas de subvención en el largo plazo pues los recursos son finitos. Y entonces, ¿qué? Déficits gigantescos, insostenibles, que coadyudan a colapsar la economía. Descubrimos entonces sociedades acomodadas y anquilosadas que, en el mejor de los casos, reaccionan tarde y mal ante las consecuencias inevitables de erosionados escenarios macroeconómicos.
Cuando una sociedad conjuga permanente la palabra derecho pero olvida la palabra obligación está empezando a sentar las bases de un futuro preocupante. Cuando se obvia que para mantener derechos adquiridos se necesitan generar recursos y eso sólo se consigue en países que favorecen la competitividad de su tejido productivo, la cuestión se torna aún más compleja. En suma, cuando se piensa que el dinero cae del cielo o de los enormes bolsillos de Papá Estado, problema a la vista. Porque como mencionaba hace tan sólo unas líneas en esas sociedades se va perdiendo el espíritu emprendedor, el afán de superación o la sana ambición.
No olvidemos que LIBERTAD y DEMOCRACIA, así en mayúsculas, son dos grandes conquistas de nuestras sociedades. La mala política no se arregla desde presupuestos esqueistas. A la política hay que exigirle que se guíe por la excelencia que debe articular la administración de los asuntos públicos. Ese es un gran reto de la sociedad civil.
Hasta pronto y no olvidéis ser muy felices, lo más importante para vosotros y quienes os rodean
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