CULTURAS DE SUBSIDIOS VS CULTURAS EMPRENDEDORAS

CULTURAS DE SUBSIDIOS VS CULTURAS EMPRENDEDORAS

Queridos emprendedores y familias empresarias,

Quería poner el foco del debate en el tipo de sociedades que queremos construir, sin olvidar lógicamente por su enorme impacto, el contexto que vivimos de sociedad del cambio. Un mundo absolutamente globalizado, crecientemente digitalizado donde palabras como competitividad o productividad, por más que sean políticamente denostadas, creo que cobran un particular protagonismo en el devenir de las naciones, empresas e individuos.

Está en el ambiente la cuestión de la repartición de la riqueza. Curiosamente parece que, a veces, se olvida algo obvio. Para repartir la riqueza, primero hay que crearla. Los modelos más sostenibles han acabado siendo aquellos donde la mayor parte de la riqueza es creada por la iniciativa privada, desde la microempresa hasta la gran corporación pasando por el profesional autónomo, la pyme o la empresa familiar, por cierto, la forma dominante en el mundo. Por supuesto que con el establecimiento de ciertas norman que regulen, más no entorpezcan, la actividad empresarial, y con el establecimiento de políticas públicas que favorezcan la creación de amplias capas de clase media. Son las clases medias las que aseguran el crecimiento económico y la cohesión social entorno a regímenes democráticos de libre mercado.

En la construcción de esas políticas es donde aparece el debate propuesto: ¿culturas de subsidios o culturas emprendedoras?

Traigo a colación algunas noticias recientes que ilustran la cuestión. El Gobierno británico que preside David Cameron anunció recientemente  que retirará las ayudas sociales a los jóvenes de entre 18 y 21 años que rechacen asistir a cursos de preparación para encontrar trabajo. Matthew Hancock, secretario de Estado del Gabinete y que preside del grupo interministerial de trabajo para jóvenes, señaló que la medida es “parte de un programa para acabar con lo que llamó «cultura de subsidios»” con la que define a “ciudadanos, extranjeros o nativos, que viven acomodados con las ayudas que da el Estado sin hacer nada para encontrar trabajo”.

Según esos planes, los jóvenes que quieran cobrar las ayudas estatales de desempleo estarán obligados a asistir a un programa intensivo de tres semanas en el cual les enseñaran a preparar un curriculum, recibirán formación para realizar entrevistas de trabajo y dispondrán de tutores que les ayudarán a buscar trabajo. Después de estas tres semanas, estos tutores les harán seguimiento. El Gobierno también obligará a estos jóvenes a realizar prácticas en empresas para adquirir experiencia laboral. Para ello quiere crear tres millones de puestos en prácticas en empresas. El objetivo, según Hancock, es que, “después de los cursos de formación y las prácticas, en menos de seis meses estos jóvenes puedan estar trabajando. No estamos penalizando a nadie porque nadie que haga lo correcto y actúe según las normas perderá las ayudas. De hecho, se trata de dar más apoyo a los jóvenes” Dijo también que quería “acabar con la cultura de los subsidios que está incrustada en las comunidades más vulnerables del Reino Unido”. La verdad es que desde la fría perspectiva que da la distancia, y sin el peso de las ideologías apriorísticas tan propias del debate político local,  estas medidas, así leídas, resultan de lo más razonable.

También han aparecido recientemente las conclusiones del think tank norteamericano Cato en su estudio sobre “Trabajo y Bienestar Social en Europa”. De acuerdo a este informe si las prestaciones sociales son demasiado generosas se convierten en un incentivo que empuja a sus beneficiarios  a permanecer en el paro en lugar de buscar empleo.  Del análisis realizado concluye que los beneficios sociales que recibe un parado son altos en relación con lo que podría llegar a cobrar en empleos precarios con el salario mínimo. El think tank asegura que muchos países europeos han reconocido el problema de las “excesivas prestaciones sociales” y han empezado a reformar sus sistemas de protección social para mejorar la transición de la asistencia social al trabajo. “Los países que son serios acerca de la reducción de la dependencia del estado del bienestar deben considerar el fortalecimiento de los requisitos de trabajo, el establecimiento de plazos para la participación, y el endurecimiento de la elegibilidad. Los países deberían examinar el nivel de beneficios disponibles y los tipos impositivos marginales efectivos que sus sistemas de bienestar crean, con la mirada puesta en la reducción de los incentivos y en fomentar el trabajo”.

He pasado buena parte del verano del hemisferio Norte impartiendo conferencias sobre temáticas de empresa familiar en países como Argentina y Paraguay y el debate también es evidente. Por ejemplo, con preocupación muchos empresarios familiares de la región me advertían de las consecuencias de políticas de subsidios aplicadas de forma poco selectiva y por largos períodos de tiempo. En el fondo, no crean incentivos al trabajo ni a la actividad emprendedora y, por el contrario, fomentan la economía informal. Paradójico es el caso argentino donde el justicialismo social, tan arraigado en la mentalidad peronista, no parece que esté siendo aplicado con políticas que favorezcan la competitividad global del país.

En última instancia, y dejando de lado aquellos casos evidentes donde el Estado debe ayudar por una solidaridad lógica y bien entendida, la cuestión se reduce a la manida cuestión: ¿enseñar a pescar o dar peces?

Honestamente pienso que es en la educación donde reside la clave de la cuestión. En la sociedad del conocimiento que nos toca transitar, el talento es factor crítico de competitividad. Un buen sistema educativo que ayude a pensar, fomente la ética y los valores como la responsabilidad, ponga en valor la contribución a la sociedad de la gente emprendedora de calidad y facilite el desarrollo de los conocimientos y capacidades que nuestros jóvenes de hoy requieren para emprender y ganar en empleabilidad marcará diferencias. Lamentablemente demasiadas veces se hace demagogia con la educación, que se convierte en arma arrojadiza del debate electoral. En vez de mirar la cuestión como es, prioritaria para la agenda nacional, lo cual demanda mirada larga y pensamiento de altura.

Me gustan, hablando de educación, iniciativas como las que desarrolla el BID en Latinoamérica, en muchas delas cuales he tenido la oportunidad de participar ya desde hace años. En el territorio de la empresa familiar donde desarrollo gran parte de mi actividad, facilitar programas para familias empresarias y para consultores supone sentar las bases firmes para construir ecosistemas sostenibles desde los que garantizar empleo, riqueza , bienestar y cohesión social.

Una vez más, apelo a la creación de sociedades más emprendedoras. Serán sociedades con más oportunidades y, por tanto, más libres.

Hasta pronto. No dejes de esforzarte por ser muy feliz que, al final del día, es lo más importante para ti y los que te rodean

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