13 Abr CREACION DE VALOR
Queridos emprendedores y familias empresarias,
Hablemos hoy de valor. Término que según nuestra Real Academia de la Lengua (RAE) significa, según sus primeras acepciones, “Satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite. Cualidad de las cosas, en virtud de la cual se da por poseerlas cierta suma de dinero o equivalente”.
La propia RAE parece distinguir entre valores económicos y otros de orden más bien hedonista. En el mundo empresarial hemos puesto el foco habitualmente en la creación de valor económico. Mucho se ha hablado y escrito desde la academia y la consultoría en relación a la creación de valor para el accionista. Resumiendo mucho la cuestión conveníamos que la misión de una empresa era ganar dinero.
Buena parte de la crisis de las economías avanzadas cabe explicarla en esa monovisión economicista del rol de las empresas. Si todo vale por ganar dinero y crear valor económico para la empresas y sus directivos, cabe entender que, por ejemplo, desde la banca se diseñen productos hipotecarios para comercializar entre quienes no los van a poder pagar. Nos presentamos a la siguiente Junta General de Accionistas con una cuenta de resultados gloriosa, anunciamos buenos dividendos, los ejecutivos cobran sustanciosos bonos de remuneración variable y todos contentos. ¡Otra de gambas!
La observación crítica nos invita a pensar que estos modelos presentan claras deficiencias. Sin entrar en aquellas que nos pueden situar fuera del ámbito de la legalidad y/o la ética, lo cierto es que con estas pautas de comportamiento se compromete muchas veces el largo plazo, de la propia empresa y de la sociedad en su conjunto.
Esta penosa y larga crisis nos debiera dejar algunas enseñanzas que consoliden en la forma de pensar y actuar de empresarios y directivos de empresa. Por eso observo con entusiasmo una nueva tendencia de gobernar y gestionar compañías que se aborde con una perspectiva mucho más holística. Que tenga en cuenta un vocablo tan de moda, pero tan relevante pese a ser tan manido, como la sostenibilidad. La sostenibilidad evoca e invita a pensar en términos de creación de valor con perspectiva de largo plazo y contemplando tanto los requerimientos de los accionistas como los de la sociedad en su conjunto y el medio ambiente.
Se trata de gestionar la rentabilidad del accionista, condición absolutamente necesaria pero no suficiente, y, además, la de todos los grupos de interés (stakeholders). Lo curioso del asunto es que hay evidencias empíricas (baste revisar el informe http://www.mabermejo.es/documentos/Informe_especial_liderazgo.pdf) que demuestran que la adecuada gestión de los teóricos intangibles también genera valor académico. Por tanto la óptica de la múltiple cuenta de resultados que remunera a todos los stakeholders acaba convirtiéndose en círculo virtuoso que ayuda a la deseada sostenibilidad económica. No estamos promoviendo un discurso naif y buenista sino un modelo de gestión y gobierno responsable que debe promover la creación de valor compartido.
Reflexionemos. Desatender el talento es sentar las bases para comprometer más pronto que tarde la creación de valor económico. Lo miso que ocurre con la falta de trasparencia ante clientes o con posiciones de abuso ante los proveedores o con la desatención a los problemas de la sociedad o con las acciones que comprometen la sostenibilidad medioambiental o con torpes gestiones ante los reguladores.
De otra forma, construir relaciones de parteneariado con tu entorno es crear unas bases sólidas para que los proyectos empresariales cuajen, en primera instancia, y acaben creciendo. Especial énfasis quiero poner en este post en las relaciones entre propiedad y empleados. En momentos como los actuales en que la competitividad es factor tan relevante para hacerte hueco en mercados cada día más globales y concurrido, la puesta en marcha de políticas inteligentes entre la propiedad de las compañías y sus trabajadores es de capital importancia. Hablamos de alinear intereses y estrategias. En el sector del automóvil en España encontramos prácticas para un buen benchmarking sobre este particular.
Cuando me he referido tantas veces a que muchas empresas familiares son espejo donde mirarse es porque han atendido muy bien estas demandas, si bien intuitivamente. Han cuidado a su gente, las relaciones con el entorno local donde están establecidos, su trato con proveedores y clientes. Quizás no han “empaquetado” estas políticas en memorias de sostenibilidad o de creación de valor compartido como hacen muchas grandes corporaciones siguiendo los lineamientos de entes internacionales especializados en estas cuestiones tales como Global Reporting Initiative (GRI) o International Integrated Reporting Council (IIRC). Cuestión que, por cierto, debieran hacer pues no olvidemos que, como repetía John D. Rockefeller, reputación es hacer las cosas bien y que se sepa.
Para el futuro de nuestra sociedad es relevante que esta nueva forma de entender el gobierno y la gestión de las empresas vaya cuajando. Por eso asisto con evidente satisfacción a nuevas propuestas como la reciente presentación del Global Corporation Center de IE Business School y Ernst & Young que nace con vocación de promover y generar contenidos en torno a la idea de valor compartido.
No quiero acabar sin insistir que estas tendencias no deben tener solo cabida en las grandes corporaciones sino también en tantas pymes familiares que hoy están trabajando duro para ser las multinacionales de la próxima generación. Cada día más nuestra sociedad está abogando por empresas que entiendan a idea del valor compartido y que se comprometan en ese afán. Verlo con ojos de oportunidad es lo propio de la gente emprendedora de calidad.
Hasta pronto. No dejes de esforzarte por ser muy feliz que, al final del día, es lo más importante para ti y los que te rodean
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