LA RELEVANCIA DE LA EDUCACION PARA LAS FAMILIAS EMPRESARIAS

LA RELEVANCIA DE LA EDUCACION PARA LAS FAMILIAS EMPRESARIAS

LA RELEVANCIA DE LA EDUCACION PARA LAS FAMILIAS EMPRESARIAS

Tengo cada día más claro que la EDUCACIÓN, con mayúsculas, es la gran palanca de progreso de las sociedades modernas. Transitamos por la sociedad del conocimiento, donde el talento es el gran recurso escaso, y ese talento se construye desde edades tempranas a través de la educación.

Creo en la educación que aporta nuevas herramientas, más adaptadas a un mundo diferente, que impregna a los jóvenes de actitud emprendedora, y que forma en valores como la ética, la honestidad o el espíritu de trabajo y superación. La educación es un vector clave de transformación hacia una sociedad más emprendedora y, por tanto, con más oportunidades, más libre y en definitiva, mejor.

Más allá de este planteamiento general, la educación también va a jugar un papel central para el futuro de las familias empresarias. Para empezar, la educación de los miembros de estas debe perseguir que estos tengan condiciones de empleabilidad. A partir de ahí, se podrán tomar decisiones más racionales sobre su hipotética incorporación a la empresa familiar… o no. No hay situación más patética que las luchas de poder fratricidas que esconden, en el fondo, la imposibilidad de empleo fuera del negocio familiar. En sentido contrario, no hay nada mejor que contar con familiares bien cualificados, con experiencia y bagaje profesional que puedan ponerse a disposición de la familia empresaria en cualquier momento.

Por otro lado, la educación es clave para que los miembros de familias empresarias puedan desarrollar su cometido con las mejores capacidades posibles. Ya sea para ser accionistas responsables, miembros de los órganos de gobierno, directivos o para acometer cualquier otra tarea como, por ejemplo, las acciones de filantropía, que afortunadamente cada vez están más presentes entre los objetivos de muchas familias.

También hay que educar en valores, para que principios como la altura de miras, la generosidad o la lealtad impregnen siempre los debates sobre asuntos de negocio o familia.

Por todas estas razones, siempre que puedo, les sugiero con particular entusiasmo a las familias empresarias que, si sus negocios generan rentabilidad, se doten de fondos para la educación. Fondos cuya gestión, en mi opinión, es una de las principales tareas de los consejos de familia. Fondos que deben servir para garantizar la buena educación de las siguientes generaciones, para crear una escuela de accionistas o para facilitar la actualización de familiares que ocupen posiciones directivas o de gobierno.

Invertir en educación es hacerlo en la futura sostenibilidad de las empresas familiares, ahora que el término está tan en boga. Desde hace muchos años he dedicado importantes esfuerzos a la organización de programas para familias empresarias. Puedo, por tanto, acreditar de primera mano los beneficios que disfrutan las familias cuando deciden hacer una parada en el camino para asistir a programas de formación que les van a aportar experiencias, herramientas, mejores prácticas y ejemplos que les permitan crear las bases para construir las condiciones necesarias que robustecerán su legado y estar en la mejor posición para afrontar con éxito procesos de transición generacional.

He tenido la oportunidad de recoger los aportes de este tipo de programas para familias empresarias y podría resumirlos en cinco grandes vectores. El primero sería el diseño de un Plan de Acción Familiar con prioridades claras para abordar retos estratégicos de familia y negocio. El segundo, la creación de un espacio para la comunicación familiar en torno a asuntos clave para el futuro de corto, medio y largo plazo. El tercero, un incremento del aprendizaje en buenas prácticas o herramientas en materia de gobierno y gestión de familias empresarias. El cuarto, cierta inspiración por parte de los profesores, los protagonistas de los casos de éxito u otras familias con visión positiva y constructiva. Por último, la ejecución como piedra angular para un fuerte impulso del proyecto familiar y una mayor robustez para acometer los retos del negocio y la familia.

Como me decía un gran y veterano empresario familiar tras acompañarme en un programa hace escasos meses: “Manuel, en esto de la empresa familiar nunca se acaba de aprender, siempre surgen nuevos desafíos y hay que estar preparado para gobernar y gestionar las evoluciones lógicas que experimentan todas las familias empresarias. En nuestro caso concreto, estamos transitando de una sociedad de hermanos a un consorcio de primos y eso exige contar con nuevas herramientas”.

No puedo estar más de acuerdo con esta aseveración. De modo que siempre insistiré en la prioridad que la inversión en formación debe tener para las familias empresarias de hoy, sometidas a la tensión de hacer la tarea en la era de las turbulencias.

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